“¡Sonría, por favor!”. Muy probablemente no fueran estas las palabras que escuchó Luis Bárcenas antes de ser filmado de forma encubierta en prisión. A día de hoy, probablemente la mayoría de los lectores hayan visto aquellas imágenes y conocerán la consecuente polémica generada en torno a las mismas.
Tanto el Ministerio de Interior como el letrado de Luis Bárcenas, han anunciado que investigarán la procedencia de dichas imágenes obtenidas de forma irregular: el Tribunal Constitucional publicó sentencia con fecha del 30 de enero de 2012 en el calificaba de irregular y de “intromisión ilegítima” la utilización de cámaras ocultas con fines periodísticos (de forma indirecta, los detectives privados quedamos como los únicos profesionales facultados para la utilización de las mismas).
Vivimos tiempos de cambios perennes, en los que los avances tecnológicos nos adelantan continuamente. Las generaciones más veteranas se ven inmersas en una invasión tecnológica en la que caminan habitualmente perdidos, mientras que los más jóvenes las dominan, pero desconocen sus peligros y puertas traseras. Y es que si una persona como Bárcenas, que se sabe en el centro de todas las miradas de este país, puede ser fotografiado de forma totalmente anónima en un lugar con las medidas de seguridad de un centro penitenciario… ¿Se imagina el lector hasta donde podría llegar un intruso en su propio centro de trabajo?
El espionaje industrial, como se conoce técnicamente a la obtención de información relativa a los proyectos o estructura empresariales de forma ilícita, existe desde que existen el comercio y la industria. Habrán cambiado los métodos utilizados pero en el fondo la esencia es la misma: conocer lo que hace y como lo hace la competencia para utilizar dichos procedimientos a favor propio. Los daños con cuantiosos y los ejemplos múltiples: uno de los casos más conocidos fue protagonizado por el ciudadano español José Ignacio López (quién se haría popular con el alias de “Superlópez”) que fue acusado por General Motors de llevarse información confidencial de la marca Opel (filial de GM) a Volkswagen, empresa por la que fue contratado.
Finalmente, el asunto se judicializó, aunque las demandas fueron retiradas después de que Volkswagen aceptara indemnizar con más de 1100 millones de dólares (Estamos hablando del año 1993).
Mitsubishi, Apple, Microsoft… la mayoría de grandes empresas, de una forma u otra, han padecido el mal del robo de información interna, que de una forma u otra se traduce en pérdidas económicas. ¿Es acaso el espionaje industrial un mal que padecen solo las grandes multinacionales? En absoluto. El daño que produce el espionaje industrial afecta a todos los peldaños de la estructura económica mundial.
Usted, estimado lector, probablemente haya pasado muchas horas en el despacho, ideando un nuevo producto que ofrecer al publico y con el que salvar su empresa. Se muestra usted optimista, piensa que el esfuerzo, el trabajo, tendrá su premio y que esa idea que ha tenido y que le diferenciará de la competencia salvará su negocio. Pero una semana antes de la fecha del lanzamiento, una idea sospechosamente parecida ha sido sacada al mercado por otra empresa.
Las consecuencias pueden ser fatales para quien ha sufrido el robo de información: no solo pierde los potenciales ingresos de su idea, sino que pierde el dinero invertido en el desarrollo de la misma. A continuación, no queda más que lamentar el quién, cómo, cuándo, dónde y por qué.
Responder a estas preguntas es posible: son muchas las ocasiones en que los detectives privados hemos realizado investigaciones relativas a filtraciones de información entre empresas con resultados positivos, como se ha visto después probado en los tribunales de justicia. Nuestro trabajo se enfoca desde diferentes disciplinas con un objetivo común y siempre en apoyo de la justicia, pero no debemos engañarnos: el proceso de investigación, una vez producido el daño, puede ser largo y costoso, aunque siempre resulte rentable.
Cómo prevenir el espionaje industrial
Mucho más prudente resulta empezar por la prevención en la fuga de información, y curiosamente las primeras medidas a aplicar son las más económicas, incluso gratuitas:
– La mayoría de comunicaciones se realizan hoy en día de forma informática por lo que es necesario, casi imprescindible, disponer de programas específicos de protección (antispyware, antivirus, firewall) actualizados de forma constante.
– Así mismo, el cambio de contraseñas y un protocolo de permisos de acceso a los diferentes niveles de información evitan en muchas ocasiones males mayores.
Estas, entre otras muchas, son las medidas de seguridad informática más elementales en cualquier empresa. No las únicas, desde luego. Un buen informático le asesorará de forma profesional. Pero la vía informática no es la única por el que los procedimientos o proyectos de su empresa pueden caer en manos indeseadas, y nos remitimos de nuevo a las imágenes de Bárcenas en el interior del módulo penitenciario.
– Las cámaras de video, micrófonos ocultos, o incluso el comportamiento deshonesto de alguien afín a la empresa suponen riesgos imperceptibles para aquellos no habituados a su detección y suponen una fuente continuada de información para aquellos que los han colocado. Quizás, por casualidad, un empleado de limpieza, o un trabajador de su empresa se aperciba un día y descubra aquel pequeño aparato que fue dispuesto de forma discreta en el despacho del director… varios meses más tarde.
En éste caso, un despacho de detectives privados dispone de protocolos de actuación establecidos para captar las vulnerabilidades de su empresa y consecuentemente, poner la vacuna y evitar la enfermedad. Y quizás, en el futuro, usted solo pronunciará las palabras “¡Sonría, por favor!” cuando realmente desee hacerlo.
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