Pese a que ya hemos hablado del teletrabajo en varias ocasiones, es hora de abordar el tema desde una perspectiva muy básica para aquellos que aún no conozcan esta modalidad en profundidad, pero, sobretodo, para aquellos que aún no conocen los beneficios elementales que puede aportar, así como los recursos tecnológicos imprescindibles para su aplicación y que están al alcance de cualquier empresa o emprendedor.
La era digital ha abierto la puerta a un amplio abanico de posibilidades en casi cualquier sentido. El modo en que concebíamos nuestro mundo ha cambiado por completo: desde nuestra vida personal, marcada por una interconexión casi total a través del móvil y las redes sociales, a un nuevo enfoque profesional sustentado en Internet.
La dependencia de cualquier tipo de empresa con Internet es máxima a día de hoy. Sin perjuicio de los aspectos negativos que eso pueda incorporar, ciertamente genera muchas ventajas. La forma de participación en un negocio, de trabajo colectivo, se han multiplicado, teniendo inevitablemente su eco en las fórmulas de negocio que abundan en la actualidad: venta por Internet, intercambio masivo de datos etc.
En esta línea, la era digital ha habilitado a las empresas a valerse de múltiples herramientas que han hecho más versátil el intercambio de la prestación de trabajo. Y es que, a día de hoy, podemos hablar de un concepto como el teletrabajo.
El teletrabajo no es más que la posibilidad que tienen los diferentes trabajadores de una empresa de llevar a cabo su labor desde la distancia, sin tener que estar físicamente en el centro de trabajo. El concepto se explica en la no necesidad de una existencia física única e inseparable de la empresa: cada una de los trabajadores, en función de las necesidades que se establezcan, pueden trabajar desde distintas localizaciones con absoluta operatividad.
Esta evolución es posible principalmente a través de dos vías: Internet, como concepto genérico, y las soluciones de telecomunicaciones avanzadas que logran conectar a dos o más personas en tiempo real.
– Internet es, esencialmente, todo. Es la posibilidad de intercambiar datos e información a través de servicios de mensajería, consultas inmediatas, acceso a plataformas de trabajo en red. Es posible que diferentes trabajadores en lugares diversos puedan compartir información en tiempo real, actualizar la base de datos de la empresa sin pérdida alguna de datos y, en definitiva, llevando la actuación profesional de las empresas a un nivel superior de integración en sus tareas.
– Como un aspecto más específico del teletrabajo, encontramos la posibilidad de trabajar con servicios avanzados en telecomunicaciones. Actualmente, con la telefonía en la nube, es posible que la empresa consiga distribuir sus comunicaciones y llamadas a través de diferentes líneas telefónicas a diferentes lugares, incluso en varios países. Las soluciones de centralita virtual ofrecen una imagen de unidad de la empresa para el llamante, al mismo tiempo que facilitan a la empresa la gestión de sus llamadas de una forma flexible y autónoma.
– El teletrabajo, bien orquestado, dirige a los profesionales a una reducción de los costes empresariales aumentando, sin embargo, la eficiencia y el valor añadido en sus procesos. No obstante, aún siguen siendo muchas las empresas que siguen depositando su confianza en las fórmulas tradicionales, limitando su exposición al mundo virtual en el que ya estamos inmersos.
Desde luego, el teletrabajo como ejemplo singular del mundo 2.0 conlleva sus riesgos, pero parece claro que la falta de cambio en esas empresas que deliberadamente obvian las posibilidades que hoy día ofrecen la tecnología más avanzada, parecen hipotecar inevitablemente su futuro.
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