Adiós a la mala costumbre de “calentar la silla”
Trabajar durante más horas no significa ser más productivo. Los datos lo confirman. En España trabajamos en 2011 una media de 1690 horas, según la OCDE. Una cifra sustancialmente más alta que en otros países europeos como Holanda (1379) o Alemania (1413). Sin embargo, la productividad de los españoles se quedó, según Eurostat, en 107,1 puntos, muy lejos de la alemana (124,8) o la belga (132,5).
Aquí, las jornadas laborales son largas y apenas dejan tiempo para el ocio o la vida familiar. Cada día pasamos una media de 9 horas y 19 minutos en la oficina, de las cuales solo son productivas 6 horas y 34 minutos. Parte del problema viene de esa mala costumbre que tenemos de “calentar la silla”: todavía son muchos los que creen que su interés por la empresa es directamente proporcional al tiempo que pasan en el despacho. Bien pensado, no obstante, ese hábito debería considerarse como una falta de productividad del empleado, que necesita más horas de las necesarias para finalizar su trabajo.
La otra parte del problema son los horarios. Fuera de nuestras fronteras, las jornadas suelen acabar entre las 4 y las 6 de la tarde, pero en España las largas pausas a la hora de comer retrasan la salida de forma casi indefinida. Eso, por no hablar de los autónomos y pequeños empresarios, que tendemos a no establecernos ningún tipo de horario. La jornada acaba cuando acaba el trabajo, ya sean las 5 o las 10.
¿Por qué nos hace falta tener un horario?
Cuando no somos estrictos con los horarios, las consecuencias son nefastas. La falta de presión provoca que nos relajemos en exceso y las tareas se alarguen innecesariamente. Además, un exceso de tiempo en el trabajo hace mella en nuestra vida personal y en nuestra salud.
Por estas razones, es necesario fijar un horario de trabajo y ser respetuosos con él. Las jornadas intensivas o aquellas que terminan antes de las 6 de la tarde han demostrado incrementar la productividad. Aun así, el mejor horario laboral debe establecerse en función de la situación de cada uno, intentado compaginarlo del mejor modo con la vida personal.
De ahí, la importancia de que los empresarios con trabajadores a su cargo dialoguen con ellos para adoptar una jornada flexible. Y es que no es necesario, ni mucho menos, que todo el mundo entre y salga de la oficina a la misma hora.
El verano es un buen momento para implantar nuevos hábitos. Aprovechando que durante estos meses el volumen de trabajo es más bajo, podéis establecer la jornada intensiva y ver cómo funciona. Es muy posible que los resultados os sorprendan.