Cuando decidimos montar un negocio grande o pequeño, buscamos las oportunidades que se nos brindan. Un mercado poco o nada competitivo, una diferenciación o exclusividad del producto o el servicio, una ventaja del mercado en el que queremos operar, una idea inexplotada y cientos de razones que nos animan a posicionarnos en el mercado y luchar contra viento y marea para encontrar nuestro hueco y mantenernos al menos durante toda la vida.
Muchas personas quieren ser emprendedores y tienen las facultades, características y capacidades para ello, pero no quieren arriesgar. Buscan en su cabeza la idea perfecta, el producto ideal antes de embarcarse en esta aventura del trabajo autónomo. Otros prefieren ir sobre seguro y abren sus puertas ofreciendo algo que ya existe en el mercado, en su territorio y cuya competencia es dura, pero optan por algo seguro, algo que debe funcionar, porque a otros, ya les funciona.
Cuando nos iniciamos en un sector poco explotado, desconocido, donde no hay referencias que permitan una guía (de precios, publicidad, venta, o cualquier otra herramienta), podemos aprovechar las grandes oportunidades que se nos brinda y potenciar las ventajas de las que disponemos, pero también debemos ser conscientes de las amenazas existentes y de nuestras debilidades. No todo es coser y cantar.
Cuando el autónomo se embarca en una empresa innovadora, bien sea por la exclusividad de sus productos o servicios, o bien por la inexistencia de algo igual en la zona, o incluso por la orientación a un público muy específico, juega con un margen de tiempo cada vez más corto para que la competencia reaccione.
Las guerras de competencia: cómo actuar
Cuando la competencia te sigue los pasos y cada movimiento que realizas es copiado, pueden ocurrir dos cosas:
- Que te sientas henchido de orgullo.
- O que sientas que trabajas para otros.
Cualquier sentimiento al respecto (los expuestos u otros) son válidos, ¡claro que lo son!
Lo que no es válido es dejarse llevar por esos sentimientos y perder el rumbo de nuestra idea de negocio.
No debemos caer en el narcisismo y creernos invencibles. No podemos pensar que somos los líderes de la manada, pues un paso en falso puede hacernos perder el posicionamiento en el mercado. Ningún ñu está a salvo cuando cruza el río.
No debemos dejarnos llevar por la ira, por la amenaza, por el miedo a que otros sigan nuestros pasos, incluso que avancen alguno más. Debemos mantenernos en el equilibrio exacto. Difícil tarea cuando nos estamos jugando mucho.
Cierto es, que cuando inviertes mucho dinero o mucho tiempo en una idea, te duele en el alma verla sobre volar otros espacios que no te pertenecen. La ves crecer o morir en otras manos, sin que tú puedas reclamar su paternidad o maternidad, porque estamos en un mercado libre y las ideas no tienen dueño (o sí, pero eso es otro tema).
Las guerras de competencia están en la orden del día. Todo por conseguir nuestro pedacito de mercado, por mantenernos a flote en el pequeño tronco que navega a la deriva. Cuando pasamos de ser el único a ser uno más.
Aquellas empresas que se engendraron bajo el signo de la innovación, se caracterizan por tener unos padres o madres que no dejaran de crear, de pensar, de innovar, de ser únicos, de superarse cada día, generando beneficios para su empresa y para la sociedad en la que viven.
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