Que la economía sumergida es una tendencia al alza en los últimos años en nuestro país es un hecho. La incidencia de la crisis, las dificultades económicas y una legislación poco efectiva en la lucha contra el fraude y que, por otro lado, no estimula el cumplimiento con “el fisco” hacen que cada vez sean más los que incurren en ésta práctica que, finalmente, desemboca en una competencia desleal.
No es la primera vez que hablamos de la competencia desleal en este blog. De hecho, según los últimos datos recogidos, la economía sumergida asciende a más del 20% del PIB y, aunque de sobra es sabido que la gran empresa y la corrupción tienen mucho que ver en ésto, el hecho de que en nuestro país no se declare 1 de cada 4 euros obtenidos es un indicador más que alarmante sobre la situación por la que atraviesa el mapa empresarial y productivo español, algo que también concierne a pymes y autónomos, los cuales están ahora en el punto de mira de Hacienda en la lucha contra el fraude.
Los sectores de la competencia desleal
Según el último estudio presentado por la Federación de Organizaciones de Profesionales, Autónomos y Emprendedores (OPA) los sectores que, en la actualidad, tienen un mayor volumen de operaciones al margen de las normas tributarias son la construcción, la industria y parte del sector servicios. En éste último, destacan el comercio, la hostelería y el transporte, que concentran gran parte de la economía sumergida y la competencia desleal registrada en España.
Dentro de estos sectores, los talleres mecánicos, los transportistas, los taxistas, las peluquerías, los bares y restaurantes, las empresas de limpieza, los profesionales de la construcción y el sector agrario son algunos de los que se están viendo más perjudicados como consecuencia que de los problemas que la economía sumergida y la competencia desleal están generando en nuestro país.
Esto, inevitablemente, constituye un enorme perjuicio tanto en la economía nacional como en los autónomos y emprendedores legalmente constituidos. Si bien es cierta la urgencia de desarrollar mecanismos que realmente sean capaces de controlar el flujo de dinero no declarado, de rebajar la presión fiscal sobre aquellos que apenas pueden mantener su actividad y de incentivar fiscalmente a aquellos que mantienen una correcta relación con Hacienda, no lo es menos que el cambio de mentalidad debe empezar por nosotros mismos.
Porque, pese a todas las dificultades (que no son pocas), es necesario ser conscientes de la importancia de cumplir con el fisco, a que de ello depende tanto la estabilidad presupuestaria como la reactivación del crecimiento económico.
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