Con la temporada de verano finiquitada, al pequeño comercio le ha tocado hacer balance, y las conclusiones no han sido para nada alentadoras: a los discretos resultados de ventas durante la época estival se une, además, el descenso del número de autónomos que operan en el sector durante éste periodo.
Y es que parece que éste año apenas ha podido escucharse la consabida expresión “hacer el agosto” entre los pequeños comerciantes. Sin duda, la caída del consumo, máximo exponente de la situación de crisis por la que atravesamos desde hace ya demasiados meses, es el principal factor que explica ésta situación.
Sin embargo, existen otros elementos que para nada contribuyen a la recuperación de un sector que a duras penas consigue mantener su actividad y que ocupa a más de 800.000 autónomos en España. Y entre ellos destaca notablemente la liberalización de los horarios comerciales.
¿Es efectiva la liberalización de horarios comerciales?
En pleno debate sobre la racionalización de horarios y la posibilidad de retrasar una hora nuestros relojes, según la propuesta aprobada por el Congreso hace escasos días y por la que se estudiará tomar GMT como hora oficial, lo que se supondría un aumento de nuestra competitividad y facilitaría la conciliación de nuestra vida laboral y personal, nos encontramos, por otro lado, con una apuesta completamente opuesta.
Y es que la liberalización de los horarios comerciales, que permite la apertura de establecimientos un mayor número de festivos o la ampliación de los horarios en días laborables no hace sino restar competitividad al pequeño comercio, que ha de afinar cada vez más su estrategia para sobrevivir frente a las grandes superficies.
La medida, que prometía un nuevo impulso a las ventas y a la creación de empleo, no sólo parece no haber dado sus frutos, sino que ha situado a los pequeños establecimientos en una posición de clara desventaja frente a las grandes cadenas y centros comerciales, cuya realidad económica dista mucho de los ajustados márgenes con los que trabaja el comercio tradicional.
De hecho, la pasada primavera conocíamos los planes del Gobierno para relanzar la actividad de uno de los sectores que más acusan los efectos de la crisis con la puesta en marcha de un Plan Integral de Apoyo al Comercio Minorista y que recogía una treintena de medidas que deberían arrancar en coordinación con las Cámaras de Comercio, pero pocas noticias hemos tenido hasta ahora sobre su puesta en marcha y efectividad.
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