En pleno siglo XXI, la desigualdad entre hombres y mujeres es una lucha que, desafortunadamente, todavía tenemos que librar. Una batalla de la que también forma parte el mundo empresarial. No te sorprenderá saber que las mujeres emprendedoras continuamos siendo una minoría. De hecho, representamos solo el 17%, según el Mapa del Emprendimiento 2016, creado por Spain Startup tomando como referencia las empresas de la última edición del South Summit.
El perfil que impera en España es el del emprendedor masculino, de 34 años de edad y con formación universitaria. Sin embargo, las startups creadas por mujeres tienen más éxito que las de ellos. El mismo informe señala que solo el 48% de las empresas femeninas fracasa, mientras que el porcentaje para los hombres asciende al 66%.
No me malinterpretéis. Esto no significa que un sexo esté más cualificado que otro para emprender, ya que en el éxito o fracaso de una compañía entran en juego multitud de factores. Si apunto este dato es para desterrar la idea de que las mujeres estamos menos capacitadas que los hombres para dirigir nuestra propia empresa. Un pensamiento demasiado común en esta sociedad en la que nosotras tenemos que seguir batallando por conseguir algunos de los derechos más básicos.
¿Por qué hay tan pocas mujeres emprendedoras?
Pongámonos en contexto para entender mejor lo que está pasando. Piensa en cuántas mujeres hay hoy en día liderando la política en el mundo o a la cabeza de empresas influyentes. La realidad es que son muy pocas. Y lo peor es que la brecha entre nosotras y ellos llega hasta los aspectos más ínfimos. Formamos parte de una sociedad enferma de machismo en la que las mujeres tendrían que trabajar 88 días más que los hombres para cobrar lo mismo por desempeñar un mismo trabajo.
En una situación de injusticia tan grave como esta, la desigualdad en el emprendimiento pasa casi desapercibida. De hecho, pocas veces se habla de esta problemática. No obstante, si tuviéramos que desgranar cuáles son las causas de la baja participación femenina en el mundo empresarial, podríamos señalar estas cuatro:
- Obstáculos internos. A veces, uno de los grandes problemas que tenemos las mujeres para emprender somos nosotras mismas. La falta de confianza y la inseguridad llevan a muchas a dar un paso atrás en esta carrera profesional. Los roles de la mujer y el hombre en el mercado laboral se siguen perpetuando y solo pueden combatirse con una educación basada en la igualdad desde la niñez.
- Obstáculos profesionales. El mercado de trabajo es un mundo dominado por los hombres y para los hombres. Solo un 24% de las mujeres de todo el planeta ocupa puestos de alta dirección. Es decir, nosotras tenemos más limitaciones para crecer profesionalmente. Esto influye en la experiencia y en el liderazgo, pero también en el poder económico. Sin duda, tres aspectos fundamentales para emprender.
- Obstáculos familiares. La ONU asegura que las mujeres dedicamos entre 1 y 3 horas más a las tareas del hogar y entre 2 y 10 veces más de tiempo al cuidado de los hijos que los hombres. En la Unión Europea un 25% de las mujeres ha dejado su trabajo a la fuerza debido a asuntos familiares, mientras que el porcentaje para ellos es de solo un 3%.
- Obstáculos económicos. Las mujeres ponemos en marcha las empresas con la mitad de capital que los hombres, según un estudio del National Women’s Business Council. Las dificultades de financiación se deben a que nosotras podemos aportar menores avales y ahorros económicos, dado que solemos ocupar puestos peor remunerados. Sin embargo, el informe también confirma que otra de las causas es la desigualdad. Muchos inversores varones prefieren apostar por otros hombres.
Hombres, éste es también vuestro desafío
Hace dos años, Emma Watson conmovía con un discurso en la sede de la ONU en el que invitaba a los hombres a trabajar para alcanzar la igualdad de género. Y es que este no es solo un problema para las mujeres. Si queremos derribar esos obstáculos que forman el techo de cristal, necesitamos luchar juntos por una sociedad más justa. ¿Os sumáis al reto?