Si tenemos intención de ser responsables de alguna actividad, sea económica, política o familiar el primer paso es conocernos de una manera profunda, descubriendo lo que queremos hacer y no es fácil, ya que supone una dosis de humildad importante y una gran capacidad analítica.
Hemos de conocer nuestras fuerzas, nuestras virtudes y debilidades, nuestra capacidad de resilencia y resistencia, ser conscientes de que no podemos con todo y de que nuestros límites son mayores de lo que estamos dispuestos a creer.
No saber escuchar, amedrentar a quienes no piensan como uno desea e ignorar los límites de la propia capacidad son factores que contribuyen al fracaso, y hay que ser consciente de que si olvidamos quienes somos, de lo que somos capaces y cuándo y cómo necesitamos la colaboración de otros estaremos destruyendo la posibilidad de un interesante futuro.
Hay 2 fuerzas que se alían para conseguir lo deseado: la superación del esfuerzo, la constancia para alcanzar el fin de nuestra actividad y la satisfacción que produce para uno mismo y los demás el resultado de un trabajo bien hecho.
En la actualidad la cultura del esfuerzo ha ido decayendo y el sentido de la responsabilidad y constancia han perdido protagonismo, incrementando la debilidad personal, en vez de crear un ambiente propicio para el trabajo y la exigencia que no permita vivir esclavos de objetivos, pero sí que llenen nuestras vidas de contenido positivo, plácido que nos compense el esfuerzo.
Un proyecto claro, atractivo e ilusionante es capaz de mover montañas, de atraer a todo el público de tu idea. Si quieres soñar, debes hacerlo de manera integral: no pienses sólo en ti y no te engañes, promete ilusiones, pero no seas iluso, crea futuro con medios que colaboren a la sostenibilidad de los proyectos.
No seas un vendedor de fantasías y quimeras, no arrastres a tu público a un lugar insospechado si no tienes fundamentos y argumentos consistentes y sé consciente de que lo no duradero no puede ofrecerse como algo no perecedero.
Cualquier idea o virtud que no esté bien fundamentada y enraizada en sólidos argumentos se puede convertir en fuegos artificiales. Pero si lo que buscas es avanzar en tu carrera profesional y deseas animar a otros por una senda de innovación y creatividad no puedes hablar de falsas quimeras ni ennoblecer nuestros propósitos con una hoguera de vanidades ya que en ella hay muchos proyectos y personas que han sucumbido…
La búsqueda de la serenidad y tranquilidad interior es un camino indispensable para enfrentarte a todas las exigencias e inquietudes de nuestra vida cotidiana y profesional y es indispensable saber escapar en ocasiones de las estrecheces que nuestra vida tenga por nuestras obligaciones, como contrapunto necesario a una actividad agotadora y aprovechar la distancia para incrementar nuestra efectividad y creatividad, al mismo tiempo que enriquecemos la capacidad de decisión ya que nos ofrece la posibilidad de evitar errores provocados por el estrés y la urgencia.
Existen en nosotros fuerzas internas, que no siempre escuchamos aunque están a disposición, y que pueden ir más allá de lo que aparentan nuestras limitaciones. Se trata de entregar nuestra energía y pasión a un propósito determinado, no de soñar cosas imposibles. La seguridad y fuerza interna generan recursos que usamos poco y confiar en nosotros genera optimismo y anima a superar dificultades que sin esta convicción serían insalvables.
No podemos esperar que los resultados se sucedan por sí mismos sin esfuerzo alguno, ya que nuestros objetivos requieren un tiempo de esfuerzo y preparación y, aunque puedan parecer duros y difíciles, el resultado depende de nuestra capacidad para seguir pese a las circunstancias. Seguir adelante y animar a los demás a hacerlo exige el liderazgo de alguien que tiene claros sus objetivos y está dispuesto a conseguirlos. La confianza hace olvidar los esfuerzos requeridos, el éxito de un proyecto reaviva los ánimos de los participantes e invita a observar el futuro con optimismo.
Hemos de aceptar que todos podemos equivocarnos en algún momento y, por eso mismo, debemos ser comprensivos con los ajenos: debemos aprender a no juzgar por detalles y seguir apreciando a las personas aunque hayan podido errar en sus acciones y comentarios ya que, en muchos casos, la lucha y ambición mal controladas son las responsables de un análisis injusto hacia los demás.
Cuando la mente está anquilosada y es incapaz de escuchar y entender, la persona queda encerrada en sí misma y no puede reaccionar de forma coherente. Esa perplejidad nos lleva a un callejón sin salida por la incapacidad para tomar decisiones adecuadas en el momento adecuado y cuando se toman suelen ser las menos apropiadas y de alto riesgo.
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