“Productividad” es, quizá y probablemente detrás del de “beneficio”, uno de los conceptos más estudiados y perseguidos tanto por empresarios como por autónomos, freelancers o trabajadores por cuenta ajena. Es por ello que cada vez aparecen más teorías sobre cómo aumentar la efectividad de la jornada laboral.
Teorías que, en algunos casos, rozan lo utópico, lo descabellado o lo imposible. Pero ¿son realmente efectivas? ¿Es el cambio radical de nuestra mentalidad a la hora de plantear la jornada laboral la clave para hacer nuestro tiempo y esfuerzo más productivo?
La jornada laboral de 11 horas… 3 días a la semana
¿La última última de éstas “locas teorías” sobre la jornada laboral? La formulada por Carlos Slim, uno de los empresarios mexicanos más ricos del mundo, durante un encuentro sobre el Empleo en el Siglo XXI celebrado en Paraguay hace unas semanas.
Así, Slim planteaba una jornada laboral de 11 horas, trabajando sólo 3 días a la semana, lo que permitiría, en teoría, una mejor inserción de los jóvenes en el mercado laboral y la posibilidad de que los adultos alargase su vida laboral. Una propuesta que ha generado una amplia controversia y que parece no haber cuajado en los círculos empresariales.
No obstante, son diversas las posturas ante este tipo de teorías en las que se propone concentrar el desempeño de las funciones en apenas unos pocos días a la semana. Se trata de la “humanización” de la jornada laboral, una reivindicación largamente demandado por diversos sectores del sistema productivo.
Así, según recoge la revista Yorokobu, el presidente de la Facultad de Salud Pública de Reino Unido, John Ashton, propone trabajar cuatro días a la semana para mitigar los niveles de estrés, reducir el desempleo y permitir que la gente pueda hacer ejercicio o disfrutar más de sus relaciones personales.
Así, Ashton asegura que el trabajo está mal distribuido, ya que mientras unos prácticamente, viven “encadenados” a sus trabajos en jornadas laborales infinitas, otros apenas tienen acceso al mercado laboral y engrosan las listas del paro.
A priori, éstas medidas ayudarían a mejorar nuestro nivel de productividad al gozar de una mayor calidad de vida, menor nivel de estrés, más tiempo para disfrutar del tiempo libre y “desconectar”, lo que luego repercutiría favorablemente en nuestra creatividad y capacidad de concentración a la hora de realizar las tareas relacionadas con el trabajo.
No obstante, éste planteamiento nos lleva a preguntarnos si….
¿Es viable la reducción drástica de la jornada laboral?
Pues es en este punto donde comienzan los problemas. Innegablemente, la reducción de la jornada laboral de cada trabajador en éstos términos implicaría una reestructuración integral de la forma en que las empresas tienden a organizarse tradicionalmente, así como un cambio de mentalidad profundo entre quienes practicasen esta jornada laboral reducida.
Por un lado, las empresas necesitarían repensar sus procesos productivos para lograr cuadrar los horarios de quienes trabajan pocos días a la semana con las necesidades de cada proyecto.
Por otro, se verían en la necesidad de reducir salarios, ya que si por un lado la reducción de jornada permite la entrada en el mercado laboral de nuevos actores llamados a cubrir los huecos dejados por otros trabajadores, todos padecerían también una reducción de su salario, lo que también afectaría el consumo.
En segundo lugar, si ya es complicado mantener los niveles adecuados de concentración y productividad trabajando desde casa, el “romper” con la rutina puede desestabilizar el rendimiento de muchos empleados o autónomos.
Sin embargo, éstas propuestas “descabelladas” pueden ser la semilla para comenzar a tratar de raíz algo tan arraigado en la cultura laboral española como el “presentismo”, muchas veces clave de la escasa productividad de los empleados, y comenzar a cambiar la mentalidad hacia un modelo que tiene mucho de sentido común: el trabajo por objetivos.
Imagen | FreeDigitalPhotos