En la vida de los emprendedores en potencia hay dos palabras que se repiten con demasiada frecuencia: “¿y si…?” ¿Y si me equivoco? ¿Y si no me gusta? ¿Y si hago una inversión equivocada? Durante ese proceso de decisión, la cantidad de preguntas sin respuesta es inmensa. Pero, de entre todas ellas, hay una especialmente atormentadora: ¿y si no tengo clientes?
En el trabajo por cuenta ajena, nos limitamos a producir y producir para clientes que, simplemente, aparecen. Llegan como si los trajera la cigüeña y, tras recibir el encargo, se marchan sin hacer ruido. En el trabajo por cuenta propia, el proceso se complica: hay que encontrarlos, convencerlos de que somos los mejores para hacer justo lo que necesitan, entregar el encargo y gestionar el cobro. Porque somos como el rey Palomo, que diría Quevedo: nosotros nos lo guisamos y nosotros nos lo comemos.
Si nos dedicamos a vender servicios, en lugar de productos, el miedo se multiplica. Lo único que tenemos para persuadir a los clientes potenciales es a nosotros mismos: la palabra, los gestos, la presencia… Y eso, si la autoconfianza brilla por su ausencia, es aterrador. Ya sabéis de lo que hablo.
Por suerte, las enajenaciones mentales tienden a pintar la realidad muy oscura. Lo digo por experiencia propia. Yo decidí dar el salto al trabajo autónomo al mismo tiempo que me mudaba de ciudad. Una ciudad en la que, por cierto, no conocía a nadie. No tenía ni un solo contacto. Ahora, unos meses después la situación ha cambiado y, creedme, no ha sido tan complicado. Desde la humilde opinión de una principiante, estos los consejos más útiles para hacer networking cuando acabas de empezar:
- Asóciate. Busca organizaciones de emprendedores como tú, súmate a ellas y acude a los eventos. La primera vez te resultará duro, pero piensa que hay muchas personas en tu mismo lugar. Como recomendación, no te centres únicamente en vender. Esfuérzate en conocer a los demás y en dejarte conocer. Es más fácil hacer negocios con personas en las que confías.
- Busca perfiles complementarios. Investiga en la red a empresas y autónomos con los que puedas crear sinergias. Queda con ellos y mide vuestras posibilidades para trabajar juntos.
- Sal de casa. A veces, estar solo entre las cuatro paredes de la habitación ayuda a concentrarse. Pero también es necesario salir y relacionarse. Trabajar en un coworking es una forma perfecta de entrar en contacto con potenciales clientes (y amigos).
- Cuida tu imagen. Esto no solo quiere decir que vayas de “punta en blanco” a tus reuniones. Más bien significa que mantengas en orden tu huella online y offline para que todas las menciones que aparezcan sobre ti reflejen lo que te interesa. Además, tienes que facilitar tu contacto por todos los medios: desde las clásicas tarjetas, hasta la web y las redes sociales.
- Por último, y más importante que cualquier otra recomendación, trabaja bien. El boca a boca de toda la vida sigue teniendo grandes resultados. Al final, no hay mejor publicidad que la palabra de un cliente satisfecho.