Como suele decirse, cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre, con nuestras virtudes y aciertos, con nuestras habilidades y limitaciones a la hora de relacionarnos con los demás y cuando se trata de liderazgo es como si nos pusieran una lupa y todo eso se hace mucho más visible. Dicho de otra manera, cuando eres el líder eres el centro de todas las miradas y te conviertes en referente.
Realmente no hay un estilo concreto que sea infalible, si bien es cierto, que unos son más efectivos que otros. La clave está en adaptar ese estilo a las personas que lideras, porque lo que funciona con un tipo de persona no funciona con otras. Es lo que se llama liderazgo situacional.
Basándome en los tipos de liderazgo que define Daniel Goleman, el gran experto en inteligencia emocional, voy a hacerte una descripción práctica de las formas de liderar y te invito a que identifiques qué estilo es el que más te define y cómo puedes mejorarlo en función de las personas que lideras. Ten en cuenta además que el tipo de personas que hayas elegido tienen mucho que ver con tu manera de liderar. Por ejemplo, si ejerces un liderazgo un tanto paternalista no esperes tener personas independientes y con iniciativa para sacarse ellas mismas las castañas del fuego.
Éste es el objetivo. Seguidme.
Si eres de los que tienes clara tu visión y adonde quieres llegar y no entras en los detalles de cómo lograrlo entonces tienes un estilo de liderazgo VISIONARIO. Digamos que tu manera de actuar es poniendo a disposición de tu gente una infraestructura base para lograr hacer realidad tu visión, e irla construyendo teniendo en cuenta sus sugerencias y mejoras. Esta forma de liderar sólo funciona con personas con altas capacidades, que tengan mucha iniciativa y que realmente les enamore tu proyecto y se impliquen. Lo que no sepan hacer encontrarán la manera de hacerlo y lo que necesitarán de ti será que les marques el rumbo de manera clara.
¿Tú qué harías?
Si eres de los que buscan el consenso y que el grupo decida lo que hay que hacer, entonces tienes un estilo de liderazgo DEMOCRÁTICO. Este estilo es un arma de doble filo. Por un lado, fomenta la conciencia y la responsabilidad del equipo dado que ellos son los que toman sus propias decisiones. Por otro, puede generar un caos tal que al final no se decida nada y la gente pierda el norte. Para que este estilo funcione has de ser un gran moderador y dirigir todas las opiniones y sugerencias hacia el objetivo que queréis conseguir. Nunca debes olvidar que el que mandas eres tú, es decir, tú eres quien marca el rumbo.
Por otra parte, el que pidas opinión nunca jamás puede convertirse en excusa para que no asumas tus responsabilidades y delegues en otros, funciones que son íntegramente tuyas.
¿Te atreves a intentarlo? Confío en ti.
Cuando te vuelcas en el desarrollo de las personas que trabajan contigo, entonces tienes un estilo de liderazgo CAPACITADOR. Es lo que se llama ser un líder coach. Lo que buscas en todo momento es convertir a tu gente en personas responsables, capaces de pensar por sí mismas. Es como si fueras “su profe” y continuamente les pones retos que estén a la altura de sus capacidades para que progresen y estén motivados. Las personas sienten que confías en ellas y se implican más porque al mismo tiempo confían cada vez más en ti. Bajo mi punto de vista es el estilo de liderazgo ideal, ahora bien, requiere una gran dedicación por tu parte a tu gente y una buena dosis de empatía y firmeza. Con este estilo de liderazgo te ganas de verdad la autoridad.
Sobre todo quiero que estéis a gusto.
Cuando lo más importante para ti es que haya buen ambiente de trabajo, entonces tienes un estilo de liderazgo AFILIATIVO. Este estilo de liderazgo es bastante peligroso y hay que usarlo sólo en contadas ocasiones cuando las personas que están contigo tienen un problema real que requiere una ayuda especial por tu parte. Si este estilo es el predominante puedes cargarte los objetivos que queréis alcanzar o bien evitarás tareas incómodas con tal de que la gente esté a gusto. Con esta forma de liderar corres el riesgo de que por evitar conflictos se genere otro mucho mayor: que acabes no pintando nada, te pierdan el respeto y se te suban a la chepa. Si lo comparamos con la educación de los hijos, serías el típico padre que con tal de que los niños no lloren ni protesten les das todos los caprichos, no les pones límites y al final son los niños los que toman el mando y te toman por el pito del sereno. Este estilo de liderazgo fomenta lo que yo llamo el club de víctimas: gente que nunca está contenta, que siempre se está quejando y que jamás busca soluciones a los problemas porque ya tienen a alguien que siempre les complace y si hace falta se carga con trabajo que ellos no quieren hacer. Ese alguien eres tú.
Si tienes este estilo de liderazgo, es urgente que empieces a poner límites. No lo hagas de golpe, ve revirtiendo la situación poco a poco, pero cada límite que pongas mantente firme y no cedas bajo ningún concepto.
Aquí se hace lo que yo diga.
Si impones siempre tu criterio y no admites que nadie te lleve la contraria, entonces tienes un estilo de liderazgo DICTATORIAL. Es el “ordeno y mando” de toda la vida. Este estilo funciona con personas que necesitan que les digan todo el rato lo que hay que hacer. A corto plazo te puede funcionar pero a largo se vuelve en tu contra porque en el fondo no tienes el mando de la situación ya que lo que va a imperar es la callada por respuesta, el cubrir el expediente y por si fuera poco, la falta de respeto. No se enfrentarán a ti pero por detrás te pondrán verde. Sin darte cuenta, con este estilo lo que fomentas es la mediocridad porque los buenos se acabarán yendo ya que en ese entorno es difícil que las personas desarrollen plenamente sus capacidades.
Este estilo sólo tiene sentido en situaciones límite en las que hay que tomar decisiones complicadas e incluso drásticas para que la empresa siga adelante. En cualquier caso, nunca debe ir acompañado de agresividad, al contrario, la empatía y el respeto son más necesarias que nunca y asumir responsabilidades es vital para mantener tu credibilidad.
Tú mira cómo lo hago yo y aprende.
Cuando juegas al “follow the leader” invitando a los demás a que aprendan fijándose en cómo tú lo haces, tienes un estilo de liderazgo IMITATIVO. Este estilo es perfecto cuando necesitas que las personas aprendan una determinada habilidad de manera rápida. El ser humano desde que es bebé aprende de lo que otros hacen imitando. Ahora bien, para que esto funcione en primer lugar tú debes ser un auténtico referente en la materia que enseñas y debes evitar que los demás se conviertan en clones tuyos, es decir, has de, al mismo tiempo, ser capaz de que las personas encuentren su propio estilo. Por ejemplo, si lo que quieres es que aprendan a hacer una buena presentación en público, de ti podrán aprender la técnica, pero la presentación que ellos hagan ha de ser con su propio estilo, han de ser auténticos.
Si abusas de este estilo corres el riesgo de que las personas que están contigo no desarrollen al 100% todo su potencial ni se atrevan a explorar nuevos caminos que pudieran ser útiles en la solución de determinados problemas.
Como norma general, sea cual sea el estilo del liderazgo que elijas, el secreto está en no olvidar nunca que una de las responsabilidades del líder es desarrollar a las personas y que tu misión principal es saber canalizar tus emociones y las de los que lideras hacia una actitud enfocada a encontrar soluciones a los problemas y no a la queja.
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