Hasta no hace mucho, parecía que ser jefe significaba saber mandar y que la gente hiciera aquello por lo que se le pagaba. La cuestión es que si te quedas en eso vas a funcionar a golpe de látigo y al final la autoridad se acaba confundiendo con el sometimiento y las cosas no van por ahí.
La autoridad es algo que no se consigue de la noche a la mañana y que tiene que ver con la atracción, no con la imposición. Es una actitud de responsabilidad y coherencia que has de ganarte con el tiempo. Al final de lo que se trata es que te conviertas en un referente para tus clientes, para tus socios o colaboradores y para tus empleados.
¿Cómo lograrlo? Veamos algunas claves que necesitas trabajar para dirigir tu empresa sin someterla, es decir, para dirigirla desde la atracción y no desde la imposición.
Tu esencia
Trabaja tu marca personal, aquello que te define, lo que te hace único y auténtico. Si quieres sacar lo mejor de los demás, tendrás que empezar por mostrar en todo momento lo mejor de ti mismo, así que no escatimes a la hora de derrochar tu encanto sincero y tu arsenal de capacidades y habilidades. Lo auténtico siempre atrae, incluso aunque a priori pudiera no gustar.
El alma de tu negocio
Personalmente no concibo un negocio sin un propósito que contribuya al bienestar tuyo, de tu entorno y de la sociedad. En otras palabras, has de encontrar el alma de tu negocio. Cuando tienes claro para qué haces lo que haces y cómo contribuyes a ese bienestar y además todo eso tiene sentido para ti, es cuando estás en condiciones de transmitir entusiasmo por lo que haces. El entusiasmo es contagioso, así que hazte la siguiente pregunta. ¿Qué te enamora de lo que haces? O dicho de otra manera, ¿qué es lo que te levanta de la cama todos los días para ponerte a trabajar? Una vez te hayas enamorado, se trata de compartir y hacer partícipes a los demás también de tu sueño.
Tus compañeros de viaje
Si eliges a tus compañeros de viaje basándote en sus conocimientos y habilidades únicamente, estarás rodeándote de meros ejecutores de tareas o funciones. Cuando eso ocurre, el riesgo de que al final acabes actuando más como perro policía para que las cosas se hagan (sometiendo) que catalizando la acción a través de una motivación común, es muy alto.
Por lo tanto, forma tu equipo rodeándote de personas a las que les mueva ganar dinero a través de un propósito que dé sentido a sus vidas y ese propósito ha de ser compatible con el tuyo.
El marco
Tú defines el marco general o externo a través de tu visión de lo que quieres lograr, del alma de tu negocio y de los valores que quieres imperen. Después construye con el equipo los detalles del marco interno, es decir, la forma como vais a trabajar juntos para hacer realidad la visión.
Deja muy claro desde el principio qué esperas de cada persona que te acompañe en el camino y qué pueden esperar los demás de ti y por supuesto, cumple tus compromisos. Las palabras se las lleva el viento y al final lo que cuentan son las acciones. Las personas que hacen lo que dicen que van a hacer, generan confianza. Las que no lo hacen sencillamente desmotivan.
El día a día
Una vez tengáis claras todas las reglas del juego, se trata de ponerlas en práctica y valorar cuáles sirven y cuáles no y hacer los ajustes necesarios hasta que la maquinaria ruede y sólo necesite cierto mantenimiento para funcionar dentro de un proceso de mejora continua.
- Cuida mucho la comunicación, no deis nada por supuesto. Revisa con el equipo cada cierto tiempo si se están cumpliendo los acuerdos y expectativas. Para ello has de velar en todo momento por canalizar tus emociones y las suyas hacia el bienestar común. En la práctica se trata de generar confianza orientándote tanto tú como todo el equipo a la solución en vez de a la queja o al problema.
- Mantén una comunicación estrecha. Algo que funciona muy bien es mantener charlas periódicas de manera individual con cada miembro de tu equipo. Han de ser distendidas y el objetivo de las mismas es que midas el clima de satisfacción y recojas sugerencias. El ego, déjatelo en casa. Que seas el jefe no significa que siempre lleves la razón. Nútrete con las aportaciones de todo el equipo y decide en función de lo que os acerque más a los objetivos con el mayor bienestar. El secreto para que esto funcione es mantener el equilibrio entre la empatía y la firmeza.
- Forma y contribuye al desarrollo personal y al crecimiento de las personas que están contigo. Prioriza, delega, pero nunca “enmarrones”. Dales responsabilidades cuando estén preparados para asumirlas y apóyales para que brillen con luz propia. Reto y confianza son una combinación explosiva que dispara la motivación de cualquier persona con ganas de aprender y progresar.
Por último, en los momentos difíciles, cuando sientas que tienes que tirar por la calle de en medio tomando decisiones rápidas y arriesgadas para seguir a flote, da la cara, pon las cartas boca arriba y aunque el margen de maniobra sea estrecho, no dejes de involucrar a tu equipo para aportar ideas y soluciones. En esos momentos es cuando la comunicación ha de ser más directa y fluida que nunca.
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